Publicado en Relatos

La chica de luz y de agua

Me subo al autobús en Majadahonda, dirección Moncloa. Me siento junto a la ventana, a mi izquierda. Delante y detrás de mí, chicas jóvenes que hablan entre sí y se pasan una bolsa de encurtidos casi por encima de mi cabeza. Llueve a cántaros y los cristales se empañan, convirtiendo el mundo exterior en un brumoso sueño que pasa de largo rápidamente. Una parada más adelante, la última hasta llegar al destino, se sube una chica con una gran maleta azul. Se para en el pasillo y se sienta junto a mí. Seguimos el trayecto, más de cincuenta personas que se han reunido durante un instante en un único espacio físico, sin hablar entre sí, y la mayoría no volverán a verse nunca más. Llegando a la altura del hipódromo, el cristal recubierto de una fina capa brumosa se me antoja un lienzo delicado. En ese momento me imagino recibiendo una llamada, y que aquel paño empezase a dibujarse con líneas ondulantes que se expanden hacia todos los sentidos, como ocurre con la felicidad, que lo contagia todo. Llegamos a la Ciudad Universitaria, y mis dedos, atados por mi vergüenza, luchan por alzarse hacia esta pared de luz y de agua. Todo el mundo duerme su sueño despierto, y yo rompo mis cadenas y mi mano acaricia el cristal. Primero, con los dedos separados, trazo las ondulantes líneas del cabello, de las puntas a la frente con el meñique. Luego, una segunda pasada hasta la parte del cuello desde donde el cerebro inyecta las descargas eléctricas del placer al resto del cuerpo. Acto seguido, rodeo la oreja que se descubre sólo cuando ella no está a la defensiva. Dejo caer mi índice desde la frente a la barbilla y el cuello, teniendo especial cuidado en trazar esa nariz perfecta por la cual los dioses nos han castigado a caer en la felicidad y en la miseria. La boca, cerrada pero sedienta del viento que la refresca, deja patente su alegría. Finalmente, ese ojo que mira hacia el infinito, más allá de las penas y las cadenas del destino. Me detengo para no estropear esta sencilla armonía, y devuelvo mi mano al lugar donde designa la cordura. Momentos después, los trazos que han marcado mis caricias van diluyéndose, lloran por su efímera condición, sabiendo que, como el amor desatendido, se borrarán para nunca más existir, hasta que otro loco vuelva a dedicarle un momento de lucidez.

Al llegar a la estación, la chica que iba a mi lado, sorprendentemente para mí, se levanta, me dice «gracias», con una sonrisa, coge su maleta azul y se va. Yo desembarco también, y me dirijo hacia mi propia vida, que me espera.

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La Niña Basura

La Niña Basura

Precioso texto, Guille!!!
13 de junio a las 13:33
Alejandra Eslava Alvarez
Alejandra Eslava Alvarez

De que parte de tu alma sacas esas cosas tan hermosas?
13 de junio a las 17:40

Miriam Pavón de Paz

Miriam Pavón de Paz

Eres un poeta… Es precioso!

14 de junio a las 18:53

Publicado en Íntimo, Divagaciones

Entrar y Salir

La estrella en el firmamento.
El ser humano en este planeta.
La cultura en una tierra.
El país en la crisis.
La cautiva en su cárcel.
El satélite en su órbita.
La vida en tu vientre.
El interno en el hospital.
La emigrante en otro país.
El deprimido en su sino.
La mujer en su ciclo.
El dinero en mi cuenta.
La soñadora en su sueño.
El sol en el cielo.
La duda en mi cabeza.
El animal en su madriguera.
La secretaria en la oficina.
El borracho en el bar.
La jugadora en la partida.
El usuario en el sistema.
La actriz en escena.
El chicle en tu boca.
La viajera en el metro.
El tren en el túnel.
La necedad en mis oídos.
El whisky en el vaso.
La cuchara en tu boca.
El aire en mis pulmones.
La pala en la fosa.
El hacha en el tronco.
La bota en el charco.
El mortero en la vasija.
La sangre en tu corazón.
El pistón en el motor.
La electricidad en el circuito.
Yo en ti.
Tú de mí.

Publicado en No-ficción

La chica que leía un cómic en el tren

Basado en hechos reales.

Me dispongo a coger el tren en Chamartín. Al pasar veo que ella está leyendo un cómic. Me detengo cerca y espero a que llegue el tren. Entramos, se sienta, y yo también, en el mismo grupo de cuatro asientos, ella en la ventana y yo junto al pasillo. Pasamos varias estaciones. Yo no me atrevo a preguntarle ni interrumpir su lectura. Portada verde plana. El dibujo me suena pero en principio no lo reconozco. Finalmente creo identificar que podría ser…
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