Capítulos 1 a 5

La modelo perfecta

I. Ivona

Contra toda probabilidad y lógica, aun estoy viva.

Ayer morí instantáneamente. Mis ojos no alcanzaron a cerrarse, pasé toda la noche mirando al este, teléfono en mano, desnuda, miles de luces pululando allá abajo.

El sol casi quemó mis pupilas. Eso me salvó: aquel mecanismo de defensa inconsciente reactivó mis funciones vitales, cerré los párpados y me llevé la mano izquierda a los ojos. Cuando recuperé la visión vi que la cama estaba deshecha, salpicada de sangre, y objetos tirados por el suelo. Mi antebrazo estaba desgarrado. Me miré en el espejo quebrado. Buena parte de mi torso estaba destrozado, la piel levantada y colgando, la sangre seca y oscura.

Llamé a mi agente para informarle de mi estado. Me dijo que ya no le servía, que ya le habían ofrecido una nueva modelo para la inminente campaña. Me colgó y me quedé petrificada. Muerta. Pero he vuelto.

Aún aturdida, intento conectarme a mi correo, pero mi cuenta ha sido cancelada, o mi contraseña modificada. Mi perfil social ha anunciado hace unas horas que yo, Ivona Kral, perdía mi apellido al contraer matrimonio con un millonario ruso y me retiraba de la esfera pública. Mis fans, tras llorar mi marcha, pulsaban el banner que anunciaba a la nueva modelo, casi tan perfecta como yo, pero con otros rasgos, y su número de admiradores se disparaba tras pocas horas de existencia de su perfil. Lloro por el único ojo aun sano. Me dispongo a registrar un nuevo usuario, pero, de pronto, mi conexión se pierde. Quedo aislada del mundo. De la red. Me siento, de repente, perdida y sola, sin posibilidad de pedir ayuda… Lo único que me queda es salir a la calle… pero he de ocultar mi cuerpo, mi cara. Busco en mi extenso armario algo que me oculte la cabeza. Descarto el traje veneciano por ser demasiado llamativo. Encuentro un vestido de luto de una pasarela de moda funeraria. Nunca pensaba que volvería a ponérmelo. Y menos para ocultar mi propia muerte.

Llego al hall del edificio y salgo a la calle sin saber a dónde ir. Sin conexión me siento inútil, siempre había consultado todo antes de partir: la localización, el coste, los contactos, compras y regalos que debía hacer… Ahora voy con varios cientos de créditos en el bolso Hermes negro, a juego con mi triste atuendo. Por la calle la gente se fija furtivamente en mí y aparta la mirada bajando ligeramente la cabeza, como si se compadecieran de mi incógnita desgracia. Mientras rebusco en mi memoria a quién llamar o acudir, pero mi teléfono ya no tiene línea y no recuerdo la dirección de nadie, nunca antes había necesitado recordarlas. Paro un taxi, me monto y cito algún estudio publicitario. Como no se decirle la dirección, el taxista lo busca y se pone en marcha. Me veo a mí misma en una publicidad que cubría una fachada entera, y cómo mi fotografía es retirada y en su lugar aparece la nueva modelo.

Llegamos a los estudios. A la entrada me piden la identificación. Dudo un instante, pero considero inadecuado desvelar mi identidad, por lo que les doy una falsa, solo por no negarme a responder y despertar sospechas. Como no consto en el listado de personas autorizadas, intento recordar a alguien por quien preguntar. Enseguida me viene a la memoria la cara de Bernard, fotógrafo con quien tuve un pequeño escarceo tras una sesión, y, pensando que quizás por ello él podría tener algo de empatía conmigo, pido que lo llamen. Tras una consulta por centralita, me dicen que está ocupado, que tiene que acabar una sesión, así que le espero. Me invitan a sentarme en la sala de espera, a lo que accedo. Allí quedo como un torre cubierta con los andamios de una obra en la fachada, que era lo que realmente necesitaría.

II. Bernard

Hoy es un día raro. He desayunando la noticia de la retirada de Ivona Kral de la escena pública, la mejor modelo de todos los tiempos y a quién tuve el privilegio de «probar», y ahora tengo que soportar a otras modelos enclenques que no la llegan ni a la altura del tacón. Ella había elegido a un magnate ruso, o más bien éste la ha adquirido, quizás para compensar su fealdad, a ver si con ella su descendencia se equilibraba con el canon de belleza admisible.

Intento quitarme la idea de la cabeza, y tratar de hacer el mejor trabajo posible con estas chicas. Al fin y al cabo estas cosas pasan… alguien tan perfecta como ella no podía elegir a un simple fotógrafo… al final lo que buscan es el dinero… Joder, basta. A ver, concéntrate, Barney. Eso es, esas luces, esas curvas, las sombras, esos labios, esos ojos, esas pestañas. Así. Gírate, levanta la barbilla, abre un poco la boca, no tanto. Mira hacia tu izquierda… Tengo el piloto automático, hoy no es mi día, y esta chica necesita algo más de soltura.

Me llaman. Dicen que hay una persona en la entrada que pregunta por mí. Ahora no puedo ir, si puede esperar diez minutos ya acabo. Antes de dar por cerrada la sesión repaso las fotos para comprobar que tengo material suficiente para hacer una buena selección. Sí, puede valer. Doy por concluida la jornada y la modelo se va a camerinos. Guardo mi equipo en la taquilla y tomo mi cartera y mi chaqueta. Bajo las escaleras y en la salida pregunto por quién me esperaba. Me señalan a una figura envuelta en un manto negro con un velo que ocultaba su identidad. Parece una mujer, hecho que el guardia me corrobora, por el tono de voz. ¿Quién coño puede ser? El vestido, aunque de luto, es de excelente factura, y los guantes sostienen un bolso negro muy caro. ¿Y qué buscará de mí?. Todas las preguntas no tienen sentido si no accedo a que ella misma me las responda. Me acerco, le digo quien soy, y en qué puedo ayudarla. Su cabeza se eleva levemente y se dirige hacia mí, pero no logro imaginar su rostro. Se levanta y solo me dice que salgamos. Su voz me resulta conocida, pero necesito más palabras para poder averiguar a quién pertenece. Accedo a salir. El guardia me dice que tenga cuidado y yo le tranquilizo. Salimos del recinto de los estudios y nos alejamos por la acera. ¿Y bien? pregunto.

–He recurrido a ti porque he pensado que tú podías ayudarme. Necesito a alguien de confianza y que me entienda.– responde ella.

Su voz aterciopelada traspasa mis sentidos y se instala en mi cerebro. Ralentizo un poco mi paso, intentando concentrarme en desvelar el acertijo sonoro de su voz. Mis pulsaciones empiezan a acelerarse. Creo saber quién puede ser, pero la parte racional de mi cerebro parece no ceder a la credulidad. Por fin, ella dice:

–Soy Ivona. Posiblemente hayas visto una noticia sobre mí esta mañana. Es falsa. Estoy aquí pero no puedo mostrarme ahora.–

La totalidad de mi sangre se subió al cerebro, dejando el resto de mi cuerpo helado y el corazón perplejo.

III. Ivona

Bernard enmudece y su cara se torna blanca en un gesto entre asombro y miedo. Con cierto esfuerzo consigue componer la pregunta:

–Pero… ¿qué te ha pasado?–

Ante esta pregunta vuelven a mi mente el terror de las escenas de la noche anterior: ese tío, borracho, agarrándome, babeándome, forzándome… luego cayendo, golpeándome, sintiendo el sabor rojizo de mi dolor, el hijo de puta gritándome, golpeándome con la silla…

Me llevo las manos enguantadas a la cara velada, como si fuese a llorar, pero realmente siento como un taladro en el cerebro, y debí tambalearme porque Bernard me sujeta y me intenta tranquilizar. Lloro y balbuceo que ayer un hijo de puta se volvió loco y me atacó…

—Vale, te llevo al hospital…– ofrece Bernard.

—No, por favor, preferiría ir a tu casa.— casi lloriqueo yo.

–Pero, si estás herida, necesitas que te atiendan.— dice con cierto desespero.

–No. Necesito antes que me veas.— sentencio.

Bernard, ante eso, se da por vencido.

IV. Marion

La agente Marion … se desplazó hasta el apartamento de Ivona, con instrucciones expresas de retirarla. Al ver el panorama, dudó de que siguiera viva, pero preguntó en recepción por ella. Nadie la había visto, pero sí vieron a alguien, posiblemente una mujer, quién sabe si fuera Ivona, cubierta con un traje de luto hasta la cara, y se subió a un taxi.

Marion pidió que le dijeran el momento exacto de aquello, pero al no saberlo a ciencia cierta, pidió que le dieran acceso a los vídeos de las cámaras del edificio, y enseñó su acreditación. Tras el sobresalto y el sofoco de la recepcionista, se le dejó pasar a la sala de seguridad. Cuando por fin vio en la grabación a la mujer de negro salir, pidió ampliación de su matrícula. Solicitó identidad del mismo y pidió que le fuera a recoger dicho taxista, asunto de seguridad ciudadana.

Ella no tendría que estar ahí ahora, persiguiendo a nadie. Pero parece que algo había ido mal y se requería de una intervención en persona.

Cuando hubo llegado, se montó y le interrogó acerca de la extraña pasajera. Le llevó allá donde la dejara, a los estudios …… Ya era casi de noche y los turnos de guardia ya habían cambiado, pero la agente no cejó hasta conseguir el contacto con el anterior turno, y estos le contaron lo que vieron.

V. Bernard

La petición de Ivona de llevarle a mi propia casa me ha puesto muy nervioso. Por un lado, si ella cree que no debe ir al hospital, debe ser porque no es tan grave su estado, o quizás sea por no desvelar su identidad una vez se ha anunciado que se había retirado. ¿le habrán intentado matar? Lo cierto es que tengo la certeza de que es ella, aunque no me haya enseñado aun su cara… Por otro lado me preocupa qué dirá Paula de todo esto? Ella trabaja hasta tarde, cuando llegue tendré que contarle todo…

Tengo en el estudio la moto, pero pediré un taxi para llevar a Ivona. En el trayecto le pregunto, pero me corta diciendo que espere a llegar a casa. Parece no fiarse de nadie… Salvo de mí… Aun no me acabo de creer lo que está pasando.

Ya en casa, entramos, pidiendo disculpas por el desorden, tratando de ser simpático, aunque creo que no estoy disimulando muy bien mis nervios. Advierto a Ivona que no vivo solo, que ahora estoy con Paula. Ante cualquier posibilidad de que algo pudiera pasar, activo una cámara con grabación de audio, y la dejo de modo que Ivona no se percatase, haciendo como que ordeno papeles y trastos en mi mesa de trabajo.

Invito a tomar algo a Ivona, mientras miro el reloj, pero ella rechaza la invitación. Queda ya poco para que llegue Paula. Se hace un silencio.

—Bueno, pues tú dirás… En qué te puedo ayudar.— dije al fin, soltando aire para destensarme.

—Necesitaré conectarme a la red. Tengo que encontrar la forma de arreglarme.— dijo ella.

—¿A… Arreglarte? De maquillarte y todo eso?

—No. El motivo de mi estado es que un hombre me ha visto como soy, y no quiero que a ti te pase lo mismo. Tengo que avisarte que no soy una persona como tú. Si me conoces por ser la modelo más perfecta que ha pisado un plató hasta el momento, es porque he sido diseñada para serio.

No podía creer lo que estaba oyendo. Ivona ¿un robot? ¡Pero si llegamos a hacer el amor en el camerino después de la mejor sesión de fotos que he podido hacer en mi vida, con la mujer más hermosa del mundo! ¡No puede ser!

—¡No puede ser! ¡No puedo creer eso! ¡Quítate esa máscara ya y dime quién eres!—

Ivona levanta sus manos en posición defensiva, como si pensase que la iba a agredir. Me paro, respirando pesadamente, delante de ella, y me doy cuenta de que estoy fuera de mí. Entiendo de pronto que ella acababa de relatarme la paliza que había recibido, y retrocedo, asustado de mí mismo, tropezando con los muebles de mi propio salón. Me cubro los ojos con la mano, abatido, intentando tranquilizarme.

Casi un minuto después, cuando habíamos logrado relajarnos, ella empieza a quitarse el vestido. Quedé absolutamente paralizado, no podía moverme, no podía apartar mi mirada. Tras el manto negro había un cuerpo. Una mezcla de piel, carne, sangre… y plástico. Mis pupilas debieron abrirse hasta el máximo biológicamente admitido. Solo le quedaba un pecho entero, pero este era tan perfecto como toda la humanidad ya conocía. El otro… había dejado a la vista una superficie cuya forma era la de un pecho, pero parecía una sustancia esponjosa o moldeable. La parte más dañada era la izquierda de ella (a mi derecha). Aun no se había quitado los guantes, no se si por evitar manchar o por otro motivo.

Procedió a levantarse el velo. Casi me da un vuelco el estómago, pero al ver que media cara era de la Ivona que yo amaba –platónicamente, claro– y la otra mitad una carcasa de… parecía cerámica bañada de rojo, noté como si me hubiera tragado mi propio corazón.

Sonó la señal de que alguien acababa de solicitar la apertura de la puerta. Casi me da un infarto, di un salto y agarré lo que pude coger para tapar a Ivona. Ella apenas se inmutó.

Paula se quedó pasmada, con la boca abierta, al ver la escena. Tardé media hora en convencerla y tranquilizarla.

Cuando por fin recobro mi propia voluntad, planteo cenar y luego ver en la red aquello que Ivona quería buscar. Paula accede a encargarse de la cena, mientras nosotros entramos en la red. Lo que Ivona necesita es encontrar el lugar o la persona que pudiera reconstruirla. Dicha información no aparece en ninguna página oficial, evidentemente, ya que oficialmente Ivone es humana, no una máquina. A Ivona se le ocurre buscar por otras vías, me pide la clave de mi conexión inalámbrica. Cuando la leyó, de pronto, sin apenas mover un dedo, la pantalla comenzó a moverse, a aparecer decenas de ventanas y páginas. Iba navegando e introduciendo búsquedas a una velocidad que yo no era capaz casi de seguir con mi propia vista. Empezaron a aparecer páginas donde aparecía ella en posturas muy estáticas, nada parecido a lo que yo solía hacer, a lo que luego salía en los medios.

–He encontrado el perfil de una persona que tiene fotografías mías de antes de haber salido a la luz de las cámaras. Por entonces aun no me llamaba Ivona, si no que tenía otro nombre clave. Este tipo aparece como ingeniero en la empresa Corpocreations. Creo que fue allí donde debieron fabricarme.– me dijo en tono informativo. –Pero este hombre solo se encargaba de las articulaciones. Lo que yo necesitaría sería encontrar a quien modeló mi piel. En esa categoría no aparece ningún nombre. Parece que lo hubieran suprimido. Voy a escribir un mensaje a este hombre a ver si él estaría dispuesto a ayudarme… o, por el contrario, debo huir de ellos para siempre.

Mientras Ivona escribe, suena mi teléfono. Es uno de los guardias del estudio donde estuve hoy.

–Hola Barney, perdona que te moleste ¿estás bien?– dijo.

–Sí, estoy bien ¿Qué pasa?–

–¿Estás aún con la mujer de negro?–

Dudé un poco, pero me habían visto irme con ella, por lo que no tenía sentido mentir. –Sí, aun está aquí–

–Pues es que acaba de pasar por los estudios una mujer con cara de pocos amigos, preguntando por la del vestido de luto, y me han llamado a mí, que ya estaba en casa. Creo que es un agente del estado, mi compañero me ha confirmado que estaba acreditada y no he podido negarme a decirle que se ha ido contigo, creo que va a tu…–

Sin apenas terminar la frase, me retuerzo del susto y tiro una lámpara de un codazo, al intentar sujetarla, me tropiezo con un sillón y caigo de bruces… sobre la mesa del salón, rompiendo algún vaso y clavándome algún objeto. Debido al estruendo, Paula sale de la cocina y pregunta qué está ocurriendo.

–¡Están buscando a Ivona! ¡Tengo que llevármela de aquí ahora mismo!

Ivona, que ha oído aquello, detiene su navegación y se gira mirándome con sus dos ojos: el aparentemente humano y el otro, artificial.

Fin de la primera parte.

NOTAS

Significado del nombre Ivona: http://kabalarians.com/female/Ivona.htm

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