Mariano salió de su oficina tras ventilar varios asuntos internacionales; tras aguantar a sus consejeros, delegar en sus secretarías y delegados, decir en los medios lo que su asistente le redactó, aprobar acciones y firmar presupuestos… y coger discretamente su sobre.
Llevaría una enorme sonrisa si su coche no se hubiera averiado. Le apetecía «darse una alegría» pero aquellos en quién podía confiar no estaban disponibles ahora, así que optó por un método más «discreto».