Publicado en Divagaciones, Sueños

Sueño 2 de octubre de 2022

A veces me maravillo preguntándome de dónde vendrán los sueños, que a tal punto llegan que hasta mi yo del sueño ha de pedir que le repitan frases que, de complejas, su cerebro (el mío) no puede asimilar en el primer recitado.

Estaba mi yo del sueño visitando, junto a mi hija y una acompañante adulta, cuya identidad no recuerdo, un parque de atracciones de fantasía épico medieval. Tras haber visitado otras estancias de la feria, y cerca del cierre del recinto, vamos a una última donde los participantes se enfundan algo que no recuerdo, suben a un sitio y luego… En fin, todo esto se ha disuelto en el olvido. La cuestión es que, tras esperar en la fila, cuando llegamos mi hija no quiere subir, y por no desaprovechar la ocasión, lo hago yo, pero me dicen que el ticket que entrego no sirve para participar. Enojado, argumento que eso no viene especificado adecuadamente en la publicidad, por lo que se ha de reparar el error. Me indican que, en última instancia puedo buscar al Guardián del Parque, pues él es el único que puede cambiar las reglas.

Inicio su búsqueda, me van indicando y voy recorriendo el parque hasta un área que no había visitado. Por el camino algún individuo trata de disuadirme. Llego a una especie de redil donde se celebra un expectáculo equestre, y al escuchar su nombre de mi boca, atiende un hombre de aspecto honorable, sereno pero duro y posiblemente fiero, alguien que impone respero, acompañado de un séquito ecléctico. Me escucha y, viendo la hora, decide acompañarme, junto a su séquito, para resolver el entuerto, pues ya no hay mucho que hacer antes de cerrar.

Durante el trayecto hacia la atracción donde dejé a mi hija, mi yo del sueño escuchó lo que quienes lo recitaba consideraban un chiste, pues se reían al decirlo y escucharlo, algo relacionado con la rapidez con la que ha evolucionado la humanidad con respecto a la lentitud de la naturaleza. No voy a tratar de recitarlo yo porque no soy capaz y el mero intento redundará en un torpe amasijo de palabras sin gracia ni interés. La cuestión es que mi yo del sueño tenía que pedir que se lo repitieran, porque no era capaz de asimilarlo, más si cabe si había que encontrar el sentido humorístico, que ni mi yo del sueño ni yo encontramos.

Por el camino, el Guardián dice haber visto al humorista Pedro Reyes (podría ser otro, porque el nombre que recuerdo era algo apellidado Casas, y una vez despierto, veo que ese no es humorista, así que lo cambio por el que creo que podría ser), y desea saludarlo, pero por no interrumpir la conversación que está teniendo, posiblemente consigo mismo pero sabiéndose escuchado, como buen moniloguista, el Guardián y su séquito, se quedan esperando cerca del humorista. Mi yo del sueño, impaciente, por no importunar al Guardián, que me estaba haciendo un favor y no puedo imponerle su atención, me separo del grupo, no sin antes mostrar mi desaire, para volver como mi hija.

Unos pasos después, una mano en el hombro me detiene, y un lacayo del Guardián me entrega un cinturón (claramente de mentira, de fieltro imitando a cuero por un lado), con el cual podría participar en la atracción que deseaba.

En definitiva, me fascina cómo mi cerebro ha sido capaz de crear un sueño con semejantes contenidos, que hasta yo soy incapaz de entender a tiempo real y necesito repetición en cámara lenta. Es como si, dormidos, nos conectásemos a un canal onírico que, al desenchufar, se evapora como la pantalla que se apaga y se torna negra como el despertar.

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